No haré
hombres con el barro,
tampoco
lavaré mis manos.
No surcaré
a pie ningún mar,
ni presumiré
haber pisado otros planetas,
honestamente
sé que tropiezo
intentando
aprender a andar.
No cantaré
ningún triunfo
hasta tener
claro el final de mi historia.
No
consentiré monstruos
a los que
yo mismo les saque los ojos.
Cuando
despose a una doncella,
no quedará
sola con su sino,
ni diré que
fue una santa
el día que
me entere de su muerte.
Mis
criaturas no tienen vida,
mi soplo no
puede infundir alma,
mas mi
imaginación es infinita.
Soy uno de
esos dioses bastardos,
que hacen
fila en el anonimato,
ambiguo
luego del principio,
contradictorio
y arrogante.
Ignoro si me asemejo a un padre común,
veo a todos
mis pares incompletos,
el amor, la
libertad y la justicia
nos tienen
en vilo y en tantos años
nadie se ha
adjudicado nuestra orfandad.
Espero ser
eterno y estar consciente de ello
o por lo
menos convertirme en algo
efímero
pero frecuente, frágil y constante.
Quiero
tener la risa del niño que nunca crece,
la fertilidad
de la mujer que jamás se marchita,
la
sabiduría del viejo que no teme a la muerte.
Cuando me
sumerja en ese mar sin puntos cardinales,
en medio de
todos los luceros,
que estarán
esperando a ser encendidos,
oyendo
todas las palabras que se dirán.
viendo al
vacío preñado de milagros,
voy a pedir
mi turno de ser el creador.