Un hombre de unos
50 años se dispone a entrar al consultorio de su médico particular; ha
recorrido un pasillo que se le antoja muy sombrío, cuerpo y rostro acusan cansancio,
los ojos entrecerrados hacen su andar vacilante; asiendo con desgano el
picaporte, lanza un suspiro que parece una súplica y traspasa el umbral de la
indecisión.
-Buenas tardes doctor
Mata. -Dice con voz apenas audible el hombre, mientras se sienta -encorvado y
viendo al piso- en una silla frente al escritorio del médico, sin que éste se
lo indique.
-Buenas tardes señor
Torcuato, pase… sí, ¿a qué se debe su visita?
-Sigo con las mismas
molestias, que no me permiten llevar una vida normal. -Contesta el paciente, al
tiempo que se golpea firmemente con los puños cerrados ambas piernas, varias
veces.
El galeno se
levanta de su asiento y camina hacia él, lo toma de los hombros para
tranquilizarlo.
-No se haga daño,
voy a revisarlo.
-Ojala esta vez sí
lo pueda encontrar. -Le espeta el impaciente y presunto enfermo, con una mirada
hosca pero indirecta.
-¿Encontrar qué?
-El dolor.
-¿Pues no ha identificado
usted donde siente la molestia?
-Sucede que cambia
de localización durante el día, y a veces se esconde, no cesa, pero se oculta,
haciéndome creer que por fin desaparecerá. Ya se lo había mencionado antes. -El Sr. Torcuato
comienza a sentirse irritado, lleva algunas noches sin poder dormir bien y en
realidad no deseaba ver al doctor, mucho menos dar explicaciones que nadie
cree.
-Querrá decir que le duele en
distintas partes de su cuerpo, durante el transcurso de las horas y por
momentos aminora.
-No, el dolor va
poco a poco trasladándose de una extremidad a otra; por ejemplo: al levantarme
por la mañana, me duele la mano izquierda y cuando me preparo para salir al
trabajo, el mismo dolor, no otro, lo siento en la rodilla derecha, está ahí,
lastimándome con saña, aunque a ratos disminuye, permitiéndome concentrarme en
mis ocupaciones, pero súbitamente reaparece en la espalda baja, como si me
clavaran algo filoso, la terrible punzada me paraliza, me propina un enorme
susto y además de la desagradable sorpresa, la extensa irradiación del
aguijonazo; ese proceso se repite varias veces al día…
El médico ha
vuelto a sentarse y simula que toma nota de lo referido por su paciente, sin
embargo sólo revisa el historial, para constatar la repetición casi exacta de
su discurso; desde hace dos semanas suspendió el tratamiento del señor Torcuato
y ahora, al verlo presa de la ansiedad, considera aplicarlo de nuevo.
La voz del
desesperado visitante sube de tono y saca al doctor Mata de sus cavilaciones.
…¡ha llegado a
tomar el control de mi sistema nervioso central, causando estragos en mí!,
ataca simultáneamente más de dos órganos, llevándome a creer que sufriré un
colapso fatal.
-¿Así que su dolor
no sólo es muscular, usted está seguro de que también se deja sentir en los
órganos internos de su cuerpo?
El paciente no
escucha al doctor y continúa de manera frenética con su perorata, pasando las
manos por todo su cuerpo, hace muecas de intensa molestia para enfatizar sus
palabras.
- Otras veces paraliza mis manos… se sitúa en alguno de mis oídos con un
zumbido… incluso llega a cegar por completo uno de mis ojos… se expande en los
pulmones causándome asfixia… se instala en mi corazón, jugando cruelmente a
fingir conatos de infarto…
El doctor ha
dejado de prestar atención a la detallada explicación del hombre; sin que él lo
note, oprime un botón para indicar a la enfermera que proceda con los
preparativos del tratamiento del señor Torcuato, como previamente habían
acordado.
Médico y paciente
prosiguen con la rutina de cada consulta.
-Muy bien, mi
estimado señor, debo insistir en la explicación que le he dado anteriormente:
el dolor es una reacción, provocada por algún estimulo o en ocasiones, una
alerta ante el mal funcionamiento, sí, de alguno de sus órganos o la falta de
cuidado en su salud o posiblemente sea provocado por el estrés…
-¡Sí, el estrés, está
de moda! -dice con un dejo de sarcasmo y molestia-.
Pero no, de
verdad, casi puedo verlo viajando debajo de mi piel…
-Muy bien, voy a
recetarle…
-Los analgésicos
no funcionarán, cuando empiezan a surtir efecto, el dolor ya cambio de sitio…
-Bueno, entonces
serán de mayor utilidad una radiografía o una resonancia magnética…
-Será inútil, se
lo he dicho antes, ¡es invisible! ¿cómo logrará verlo? Ni aun los más
sofisticados aparatos podrían hallarlo. -Responde el señor Torcuato, mirando
fijamente a los ojos al médico, pero esta vez sin enojo; lo mira
condescendientemente.
-Muy bien ¿qué le
parece si empleamos otro método, para intentar aislarlo y combatirlo de manera
efectiva?
-¿Cuál sería el
procedimiento?
-Deberá usted
ingerir una gran cantidad de licor, lo que obviamente le provocará una tremenda
borrachera, pondremos su cuerpo entero en un estado total de abatimiento,
sedamos al dolor y de esa manera seguro podremos localizarlo y procederemos a
erradicarlo. -El doctor Mata espera la respuesta de su paciente, siempre es la
misma, pero lo más sorprendente es la actitud que adopta al contestar
-Como usted sabe,
yo no bebo. -Y esas palabras parecen mágicas, el hombre que tiene frente a él
se transforma, la angustia desaparece, el tono de la voz es firme pero no
agresivo, su postura en la silla es la de un hombre seguro de si mismo, cruza
una pierna, descansa las manos sobre la rodilla, su gesto es apacible.
El médico no
titubea, aunque le cuesta entender cómo puede un hombre pasar tan rápido de un
estado de agitación a la calma total, con tanta parsimonia.
-Lo sé, pero tome
en cuenta que será con fines médicos, en todo momento cuidaremos de su salud.
Después lo atenderemos cuando presente los efectos de la embriaguez y le
administraremos medicamentos, en caso de ser necesario. Es importante que usted
acepte y proceda con el tratamiento, lograremos localizar al dolor, erradicarlo
y así quedará completamente sano, señor Torcuato.
-Bueno, si no hay
otra opción, usted es el experto, doctor. -Le contesta, con respeto, pero
también con un gesto triunfal.
-Entonces, pase usted
a uno de los dormitorios, daré instrucciones a la enfermera para empezar de
inmediato.
Torcuato Pérez se
despide con un cortés apretón de manos, un hombre nuevo sale del consultorio,
el sombrío pasillo ahora es tibio e iluminado. Una enfermera lo aguarda en una
de las puertas que flanquean el corredor; Torcuato le sonríe con jovialidad y
la saluda inclinando levemente la cabeza. Entran en un amplio y pulcro cuarto, sin
ventanas, escasamente amueblado: nada más la cama y una pequeña mesa, en la
cual están dispuestos un vaso y una licorera rebosante de brandy; lo esperan
para comenzar el “tratamiento”. Él destapa el envase, lo acera a su nariz,
aspira el aroma del líquido y hace un gesto de repugnancia -pues la enfermera
aún se encuentra en el cuarto-. Se sirve medio vaso, entre tanto la enfermera lo
observa, nota que las manos del paciente tiemblan, ella se despide, mas él ya
no escucha; el primer sorbo basta para transformar el rictus de desagrado en
uno de avidez insaciable.
La enfermera entra
al consultorio del doctor Mata, para dar el reporte.
-Doctor, el señor
Pérez se ya se instaló en la habitación y esta vez procedió de inmediato.
-Muy bien, ya sabe
que debe ser constantemente observado. -Contesta el galeno sin levantar la
vista, ya que revisa otros casos.
-¿En verdad no hay
otra alternativa para tratar a ese hombre?
-Por desgracia no,
su enfermedad sobrepaso el punto de no retorno, sólo nos queda mantenerlo
sobrio el mayor tiempo que sea posible y racionarle la ingesta de licor,
seguirle el juego en estas consultas simuladas, para evitar que pudiera
infligir algún daño al personal o alguno de los otros pacientes, inclusive a él
mismo. Recuerde: no perderlo de vista. -El médico deja por un momento lo que
está haciendo, para ver a la enfermera y remarcar esa indicación.
Pues aunque es un
alcohólico todavía pasivo, desconocemos el grado de su enfermedad a nivel
mental, podría pasar a la violencia cualquier día de estos, por lo tanto tenga
mucho cuidado y repórteme de inmediato el más pequeño cambio en su
comportamiento.
-Así lo haré
doctor. -Dice la enfermera al salir del consultorio.