miércoles, 30 de marzo de 2011

Botella de mar, llevando un mensaje que nadie leerá.
Extraviada en océanos de melancolía.
Perdió su esencia después de tanto tiempo flotando a la deriva, esencia que avivaba pasajeras alegrías, esencia que hacía más llevadera la soledad de los desolados días.
Su cuerpo tan transparente en el agua se mimetiza, prisionera de las corrientes, que no le conceden la playa alcanzar.
Botella que no se quiebra ni en la inconmovible roca de la desilusión.
La hoja dentro del sólido envase, parece el cadáver de una paloma, esperanza muerta, secreto oculto en siempre y nunca, reo del silencio.
Quizás una declaración amorosa de alguien que falleció al intentar cruzar el mar.
Esperando respuesta, en sus ojos se instaló un azul cristalino, registrando incontables ocasos, en sus pupilas dormía la noche, su cuerpo se impregno de la sal del mar y la que de sus ojos solía brotar.
Quiso seguir el camino trazado en las aguas por la luna, sería tristeza, sería demencia o tal vez creyó ver al ser amado del otro lado de la anchura y se lanzó a desafiar las mareas, siendo su tumba el fondo de la inmensidad.
Alma liberada buscando la carta que escribió, recado acallado por vueltas sin fin, tinta muda sin lector, letras en el limbo que jamás avivaron un amor, la voz de un alma en el papel, zozobrando dentro de una botella, arrastradas por vientos que las separan, palabras sin alma, alma sin palabras, náufragas en el piélago insondable de la eternidad.