sábado, 19 de marzo de 2011

Surcando los espacios mentales y auditivos, el dirigible inunda con su estruendo todos los confines imaginables. Cuatro tripulantes vadean el caos con pericia, adquirida en las horas incontables de vuelo; no se sabe con certeza quién es el capitán, aunque uno de ellos es la voz que dirige la travesía. Entre tambores desenfrenados, que repercuten en lo más recóndito de las conciencias, cuatro cuerdas de sonidos profundos, sin monotonía, mantienen el desplazamiento accidentado del dirigible mientras parece ir directo al infierno o al remontar el vacío, carente de destino o ruta fija, pero en todos los trayectos una guitarra ecléctica domina los vastos recovecos del futuro, dando bandazos sorprendentes cambia de rumbo, sorprendiendo a sus mismos compañeros, que tienen capacidad ilimitada de improvisación y responden de inmediato a los sorpresivos nodos ejecutados por el francotirador de la lira eléctrica; el trance en el viaje es permanente, una voz hipnótica se deja escuchar, haciendo muy denso el ambiente, esas cuerdas vocales emiten tonos que son capaces de derretir el más pesado de los metales en los insondables y melancólicos manglares del blues más desesperanzado. Alaridos demenciales nacidos en el subconsciente, elevando odas al amor más perverso, confusos textos, reverberan incontrolablemente en psiques cautivadas por el conjunto inverosímil de sonidos; la voz se confunde entreverándose con las notas musicales, la guitarra canta, la voz toca.
Page, Plant, Jones, Bonham, a bordo del Zeppelin, intemporales, inolvidables. Caballeros de un imperio sin territorio, sus cuerpos y facultades irremediablemente se avejentan, mas su obra no pierde vigencia, las atmósferas por ellos descubiertas son bosques etéreos, a los que numerosos fieles devotos, acuden incesantemente.
Bonham fue sustraído de la tripulación, la muerte vomitó sobre el su instante oscuro y eterno, sus embates agresivos, pero rítmicos, no se oyen más en vivo, no obstante se repiten interminablemente en cualquier parte donde se escucha al dirigible yendo en picada, ardiendo en llamas, pero que jamás caerá.