miércoles, 30 de noviembre de 2011


Son las cinco de la mañana y no se me ocurre nada para escribir.
Varias ideas levantan la mano, pero se quedan sin habla, al parecer algunas son demasiado tímidas, mientras otras solas se tapan la boca antes de decir nada, como si fuera algo terrible lo que conciben; algunas mordisquean sus uñas y es tanta la desesperación que comienzan a comerse los dedos, con la intención de no trazar ni una sola letra, pues parece inútil siquiera intentar redundar, como aventar tierra a una fosa, llenarla de lo mismo que mucho antes, muchos otros, le han ido sacando. Las ideas se mutilan, cortan de tajo su lengua, se abortan a si mismas, algunas después de articular palabras sin sentido, frases inconexas, se suicidan.
Nadie logra poner orden, nada se concreta.
Las palabras suenan raras de tanto repetirlas, pensar en su significado lleno de más palabras, una espiral de un ciclo indeterminado, tiene momentos elocuentes y largos espacios repletos de silencio desesperado, en los cuales la mente no cesa de llevar a cabo ese proceso llamado pensar, vacío desconocido, atiborrado de una cantidad infinita de cosas aprendidas.
Y en este minuto en el que todavía no puedo esgrimir un discurso convincente, pasando por varias momentáneas emociones, desde el desinterés hasta la pena, “con el tiempo encima”, me obstino en fabricar enunciados. Cabeceo, los ojos me duelen, algunas sombras hablan, sus voces se multiplican, la habitación gira, pierdo el equilibrio, las letras se distorsionan bajo mi mano indecisa, adormecida. Recuerdos y fantasías, se entrelazan pero se ahorcan mutuamente, impidiendo a las palabras volverse forma y sonido, sólo hay silencio en la inconsciencia, frío silencio de noche otoñal, una luminosa uña rasgando el oscuro manto del firmamento y cada momento menos providenciales provisiones para alargar este texto.   

jueves, 24 de noviembre de 2011


Ella le preguntó a dónde iba,
al verlo salir.
Él no alcanzo a escuchar,
lo que le quiso decir.
Su ánimo violentado,
lo llevó afuera, para
adentrarse en sí mismo.

Ella lo maldice,
mientras lo ve irse.

Aborda la vía rápida,
esa de carga ligera,
atrayentemente peligrosa,
bajadas en picada,
curvas sinuosas,
fuerza centrifuga,
lo alejan de la razón.

Ella se inquieta
al sentirse sola.

Corre sobre el borde,
la ira se desborda,
el miedo ya no le estorba,
furioso su visión se deforma,
lo llaman las sombras,
se encuentra con ellas,
intentando cruzar la pared;
en un momento de lucidez,
consciente de su estupidez,
experimenta la ingravidez.  

Ella quiere ir a buscarlo,
aunque lo sabe perdido.

Hay tierra en sus pestañas,
dolor abriéndole las entrañas,
silencio que le amordaza con saña,
un recuerdo dulce, de sangre el sabor
y el poder sentirse, perdido por error,
mas descubre que en la oscuridad
no existe más el horror.

Ella lo espera,
a la mitad de todo.

sábado, 19 de noviembre de 2011


Dice tanto
y no lo entiendo.
Lo escucho,
bien atento.
Canta bajito
y despacio
o ruge enérgico,
impulso melódico
a la par del viento.
De hombre la voz,
alma de mujer,
ávido cual niño
que quiere aprender.
Sale del silencio,
trae viejas palabras
con nuevos acentos.
Brota de su boca,
el fuego, la roca,
que al surcar el aire
se tornan en oda.
Paisajes verbales
de su mente nacen,
en tinta, a sus ideales
los vuelve probables,
sombras irreales
de antiguos anales.
Una cuerda del tiempo,
que tañe en silencio,
vibra en su pensamiento.
Algunas cosas no tienen
sentido, relación ni causa,
sin embargo, algo vive,
se mece en la nada;
momento inédito,
que capta mengano,
guitarra y pluma en mano.

jueves, 17 de noviembre de 2011


La luz en el silencio.
La oscuridad en el silencio.
El silencio afuera y dentro.
Afuera, luces lejanas
e hilos de agua;
unas titilan y
los otros flotan.
Adentro, la calma,
el sueño; respiración
acompasada, de soledad
acompañada.
Muy profundo, en el silencio,
sonidos e imágenes,
confusos movimientos,
voces y acciones,
a destiempo.
Ojos cerrados, bien despierto
vuelo y caigo sin movimiento.
Muero en el sueño,
no hay sufrimiento,
pero el cuerpo
guarda recuerdos,
un fuerte impulso
vuelve al cerebro,
sobresaltado despierto.
Afuera, una dama
de tez pálida, observa
en el silencio
de la noche despejada.

martes, 8 de noviembre de 2011


Lo anterior ahora vuelve.
Envuelve la visión entera.
Es la espera momentánea,
llega, siempre espontánea,
se queda, pero cambia.
Prescinde de la palabra,
en las ideas se instala,
baja a la boca y estalla,
por las manos se desgrana,
con el cuerpo entero habla,
aún sin voz declama y canta.
Es algo que nos traspasa,
cae profundo, odia y ama,
nos libera, se desata,
sabe gritar mientras calla.
Trae acción de madrugada,
y olvido por la mañana.
Gusta de andar a rastras,
igual que a lo alto se alza,
vaga lento, en paz observa,
el infierno en las miradas,
en los rostros de fantasmas,
que por calles diario vagan.
Su chispa jamás se apaga,
va donde le viene en gana,
está su voz emparedada,
se oye al viento su tonada,
cae desde las viejas ramas,
levemente agita el agua,
otea en antigua atalaya,
solitaria ánima pagana,
se dispensa a mansalva,
como luz de la alborada.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Día de muertos


En los días de muertos
hay campos anegados de cruces,
son faros que se volvieron polvo.
Piel árida guardando huesos,
semilla sin vida.
Su torvo aspecto, otrora vital,
forma un mosaico pagano y sagrado.
Se desangran hacia las entrañas,
en una terrible manera de mudarse.
Se truecan en llanto las risas,
al ver ceniza en un velo, blanco como cirio.
Delirio en la misa, visión sin pies ni cabeza,
pavesa tan frágil, declina ante el tiempo.
Este viento de otoño, ardiente y frío,
hace tan míos el miedo y la esperanza.

Balanza del sino ¡inclínate a mi lado!
Si llego a la noche postrera, asustado.

Lanzo reproches al crucifijo, sin fe.
Café amargo, pues todos lloran en el.
Gabriel vuelve y anuncia un final;
luego del duelo, la calma total.

Altares para los que ya no están.
Licor, juguetes, pan, agua y comida,
también cigarros, porque -eso
creemos- es un viaje muy largo.
Ritual mudo, cargado de olores,
todo entre flores,
la colorida sonrisa de la Tierra.

Flores  del día, en la bella campiña.
Evita la rapiña, para que no haya riña;
apíñalas en el hueco Niña,
de mis cuencas vacías.