miércoles, 30 de marzo de 2011

Botella de mar, llevando un mensaje que nadie leerá.
Extraviada en océanos de melancolía.
Perdió su esencia después de tanto tiempo flotando a la deriva, esencia que avivaba pasajeras alegrías, esencia que hacía más llevadera la soledad de los desolados días.
Su cuerpo tan transparente en el agua se mimetiza, prisionera de las corrientes, que no le conceden la playa alcanzar.
Botella que no se quiebra ni en la inconmovible roca de la desilusión.
La hoja dentro del sólido envase, parece el cadáver de una paloma, esperanza muerta, secreto oculto en siempre y nunca, reo del silencio.
Quizás una declaración amorosa de alguien que falleció al intentar cruzar el mar.
Esperando respuesta, en sus ojos se instaló un azul cristalino, registrando incontables ocasos, en sus pupilas dormía la noche, su cuerpo se impregno de la sal del mar y la que de sus ojos solía brotar.
Quiso seguir el camino trazado en las aguas por la luna, sería tristeza, sería demencia o tal vez creyó ver al ser amado del otro lado de la anchura y se lanzó a desafiar las mareas, siendo su tumba el fondo de la inmensidad.
Alma liberada buscando la carta que escribió, recado acallado por vueltas sin fin, tinta muda sin lector, letras en el limbo que jamás avivaron un amor, la voz de un alma en el papel, zozobrando dentro de una botella, arrastradas por vientos que las separan, palabras sin alma, alma sin palabras, náufragas en el piélago insondable de la eternidad.

domingo, 27 de marzo de 2011

Seis de la tarde, se ha nublado el firmamento, recorro las veredas de cemento. Las nubes comienzan a exprimirse ruidosamente, los transeúntes buscan refugio apresuradamente, luces intermitentes en el cielo esparcen nutridas ráfagas de líquido polvoso, admiro la ciudad empapándose debajo del concierto, sorprendido por el estruendo me detengo. De los árboles escurren finas gotas que amplifican el ruido de la lluvia, los pájaros han callado, se hallan escondidos entre las ramas cargadas de agua, los perros se refugian en angostos umbrales, me parecen tristes sus mojados semblantes; camino parsimoniosamente bajo el copioso aguacero, tiro el cigarro que había encendido antes de la inesperada tormenta, poco a poco las calles han quedado desiertas. Baje de mi Taxi al advertir la lluvia, hace varios días que no me tomaba unos minutos para caminar, circulaba cerca de un parque y al ver al ocaso ennegrecerse decidir dar un paseo; el cambio de temperatura me toma por sorpresa pero lo ignoro cuando comienzo a andar entre los caminitos simétricos del arbolado lugar. Aspiro profundamente el olor de la tierra mojada, el aroma intenso de los eucaliptos, el alma de algunas cosas ha salido a danzar en el ambiente mientras el espectáculo de luz y sonido del cielo continúa, de repente parece que mengua, pero intempestivamente arremete con redoblada intensidad, sobresaltando momentáneamente mi improvisada calma; rio al sentirme sorprendido por el colosal tronido, rio al escuchar mis pies chapoteando en los charcos, rio al sentirlos empapados hundiéndose en el lodo, rio al ver correr a algunos desprevenidos buscando un techo para evitar mojarse, rio al pensar que puedo enfermarme, rio como quien nada debe y en lo poco que posee tiene todo, rio como un enfermo de demencia, gozando con verdadera paciencia los proyectiles acuosos que se precipitan sin clemencia. No sé quién o qué determina la duración de la lluvia, así como empezó, de pronto finaliza, las nubes son acarreadas por el viento, se vaciarán en otros lugares, el pedazo de cielo encima de la ciudad se descubre, la perla del firmamento luce un aura peculiar, la admiro embelesado al continuar mi caminata. El tránsito se reanuda, los pájaros se despiden bulliciosamente, los perros corren y se sacuden, las almas regresan a las cosas, otros ruidos se hacen presentes, rumores de transeúntes. Me sacudo como los perros, canto en los caminitos solitarios, como los pájaros, el viento de mis prisas me arrastra como a las nubes; regreso al tránsito.

miércoles, 23 de marzo de 2011

No hare hombres con el barro, pero tampoco lavare mis manos. Después de abarcar, con lo poco que tenga en mi puño apretado, trataré de hacer más de lo posible. No surcaré a pie ningún mar, ni mentiré sobre haber pisado otros planetas, diré honestamente que tropecé intentando aprender a caminar. No obstante abusaré de la imaginación, procurando distraer los sentimientos, trastocando la verdad general, fundando, para mí, efímeras realidades, aunque sean incomprobables, seré  dios de un mundo desolado, reinando entre ruinas de fantasías olvidadas, ideas nonatas que claman ver la luz; repartiré mi tiempo entre el paraíso, el sheol, el limbo y el infierno, caminaré por algunos lugares, haciéndole compañía al eterno errante, no pediré reposo si se me permite ser rayo de sol en las mañanas, viento en las tardes y sombra por la noches; me embriagaré en los jolgorios primaverales, practicaré concienzudamente el ocio durante el invierno y sentiré el placer del vuelo, desde mi corta estatura, sin dejar de tocar el suelo. Seguiré buscando a la mujer de indefinido rostro, que entre sueños veo, al niño que nunca crece, al viejo que año tras año burla a la muerte. Me perderé en un mar sin puntos cardinales, donde no se registra el avance en atrás o en adelante, navegando sin dejar rastro, teniendo el sol y la luna de referentes, todo aquello por lo que me afane resultará intrascendente, sin embargo es necesario para sentirme fuerte, aunque el más fuerte sucumbe ante la muerte, donde la nada es todo lo que existe, pero si nada existe en la muerte, no importa morir, sólo sentir, mientras los sentidos están vivos. Escaso es el sentido de pertenencia durante la lucha por la supervivencia. Creo que lo tengo todo, me lo repito esforzándome al tratar de salir del lodo. Seré algo más que humano, mientras surgen palabras de mis limitadas manos.

lunes, 21 de marzo de 2011

No quiero volver a sentir tu lengua paseando en mi pecho,
no quiero que estemos una noche más en el mismo lecho,
no quiero oír tus ruegos y luego que me acuses de cohecho,
no quiero mirarte con indiferencia ni sentir despecho,
no quiero compartir la vida contigo bajo el mismo techo,
necesitamos dejar esta relación que no tiene provecho,
omitir los reproches, disculpar lo que estuvo mal hecho.
Honestamente perdonar,
sencillamente olvidar,
individualmente recapitular,
solitariamente reanudar,
íntimamente sanar,
alejándonos continuar,
olvidándonos recordar.
No se puede disfrutar con desidia la pasión,
el fastidio no cohabita con la satisfacción,
ni vive la risa en momentos de aflicción.

sábado, 19 de marzo de 2011

Surcando los espacios mentales y auditivos, el dirigible inunda con su estruendo todos los confines imaginables. Cuatro tripulantes vadean el caos con pericia, adquirida en las horas incontables de vuelo; no se sabe con certeza quién es el capitán, aunque uno de ellos es la voz que dirige la travesía. Entre tambores desenfrenados, que repercuten en lo más recóndito de las conciencias, cuatro cuerdas de sonidos profundos, sin monotonía, mantienen el desplazamiento accidentado del dirigible mientras parece ir directo al infierno o al remontar el vacío, carente de destino o ruta fija, pero en todos los trayectos una guitarra ecléctica domina los vastos recovecos del futuro, dando bandazos sorprendentes cambia de rumbo, sorprendiendo a sus mismos compañeros, que tienen capacidad ilimitada de improvisación y responden de inmediato a los sorpresivos nodos ejecutados por el francotirador de la lira eléctrica; el trance en el viaje es permanente, una voz hipnótica se deja escuchar, haciendo muy denso el ambiente, esas cuerdas vocales emiten tonos que son capaces de derretir el más pesado de los metales en los insondables y melancólicos manglares del blues más desesperanzado. Alaridos demenciales nacidos en el subconsciente, elevando odas al amor más perverso, confusos textos, reverberan incontrolablemente en psiques cautivadas por el conjunto inverosímil de sonidos; la voz se confunde entreverándose con las notas musicales, la guitarra canta, la voz toca.
Page, Plant, Jones, Bonham, a bordo del Zeppelin, intemporales, inolvidables. Caballeros de un imperio sin territorio, sus cuerpos y facultades irremediablemente se avejentan, mas su obra no pierde vigencia, las atmósferas por ellos descubiertas son bosques etéreos, a los que numerosos fieles devotos, acuden incesantemente.
Bonham fue sustraído de la tripulación, la muerte vomitó sobre el su instante oscuro y eterno, sus embates agresivos, pero rítmicos, no se oyen más en vivo, no obstante se repiten interminablemente en cualquier parte donde se escucha al dirigible yendo en picada, ardiendo en llamas, pero que jamás caerá.

martes, 15 de marzo de 2011

Dos filos forjados al mismo temple no se mellan.
Al separarse la luz de la oscuridad, nacieron todos los opuestos, parejas indivisibles que no pueden sobrevivir sin contraparte. No existe sol inagotable, tampoco noche perpetua. Algunos elementos son concebidos para dañar, a otros se les encomienda reparar. Todo se compensa en las situaciones, relaciones y emociones, es decisión particular habituarse a alguno de los extremos del binomio. Navegar plácidamente a ciegas, sin guía ni meta o tropezar continuamente, desorientado en senda iluminada. Pasar de exaltada alegría a desgarradora tristeza. Acumular bienes mundanos, acogidos por un espíritu empobrecido, enajenarse con fútiles artilugios, siendo incapaz de maravillarse observando insectos. Soberbia violenta humilla a la inocencia, se envilece a la pureza. También las estrellas, por su lejanía, se antojan insignificantes. Grandiosas obras colectivas, corrompidas por individualismos egocéntricos perversos, al mando de hordas deleznables, maleables e ignorantes. Aún en la más titánica montaña existen grietas. Los matices amplían la frontera, la noche no hiere a la luz al apagarse el día, ni esta lacera las tinieblas en cada nuevo amanecer; aunque como tema de leyenda, es una gran idea.

Un árbol se deshoja, reverdece, se robustece, sus anillos se multiplican, durante extensas eras provee, esparciendo vida a su alrededor; ni los más violentos temporales logran derribar al incólume titán, resiste los embates de los elementos, haciéndose más fuerte gracias a ellos; como un iceberg, su grandeza se mide desde la entraña misma que lo acoge, en el inicio de su ciclo vital, siendo apenas un débil brote, pasando por la consolidación de su cuerpo, afianzándose, irguiéndose lentamente, desafiante, hasta ser una colosal muralla natural, alargando su existencia dentro de ese concepto llamado tiempo.

Una hembra quelonio surca los mares de ida y vuelta, su carga genética le señala la ruta a seguir, para cumplir los ciclos inalterables desde el principio de su vida. En extensas playas, antes vírgenes, desova con dolor el producto de donde saldrá su numerosa prole, reanudando el intento interminable por la supervivencia; centenaria costumbre aprehendida en algún incierto comienzo, ir y venir, adaptándose impertérrita a los cambios bruscos y sutiles, sorteando entre depredadores de mar y tierra, numerosas etapas se graban en su armadura majestuosa, detalles asombrosos animados en una forma prodigiosa, acompañando el ritmo incansable de las vueltas del planeta.

Admirando los peculiares ritos de las fabulosas especies que pueblan esta Tierra, contando a la diminuta mantis, despiadada pero benéfica, pasando por el incomprensible tránsito del salmón, hasta encontrar ballenas pariendo dentro del mar. Millones de vidas relacionadas, con sus labores bien definidas, cumpliendo sus períodos, naciendo y muriendo, equilibrando, sobrellevando dolorosamente la necia intervención del ser humano, sin sentido. Vida contenida en un gigantesco ser vivo que se estremece continuamente, escupe sus entrañas violentamente, se contrae, cambiando su fisonomía lentamente.
Pero pienso que si el camino tuviera conciencia, sentiría la impotencia de no poder andar. Y si a una manecilla le concedieran libertad, trastornaría la falacia de medir el tiempo, aún encerrada en un sinfín de costumbres inexactas.

Sólo el vacío que nos contiene es absoluto.

viernes, 11 de marzo de 2011

Tengo que escribir…
¡Tengo que escribir!
¿Tengo que escribir?
¿Qué tengo que escribir?
Para escribir ¿qué tengo?
Escribir, ¿qué?
Escribir que tengo que escribir.
Es criminal recriminarme no tener que escribir.
Es crítico cruzar la crisis.
Escribir lo atrasado, trazando en letras lo que quiero escribir.
Escribir recordando lo pensado cuando pensaba en escribir.
Intentando a tientas entintar el papel desatinadamente.
Miserable orfebre, aferrado febrilmente sin fe.
Me encuentro trastabillando en un precipicio, me revuelvo y no observo final ni principio.
La desesperanza me desespera, me exaspera y espeta insultante, en espera de respuestas.
Ideas indefinidas, infinitamente idílicas, se infiltran pero son insípidas, incoherentes; me rehúso a hacer uso de ellas, ideas ingenuas, no hacen mella en mi ánimo; ambiguas imágenes mentales, genuinas y elementales, de origen influenciable, tan rudas como amables, de tranquilidad y fatales, insignificantes que quieren ser colosales, apreciadas en bruto parecen geniales; después de tanto considerarles se antojan triviales.
Recurrir, por libre albedrío, al vicio de adornar el vacío;
incurrir en escribir, jamás por hastío, intentando hacerlo mi propio oficio,
teniendo en efímeras, pero inefables, satisfacciones, el único beneficio.


Una rola de La Vela Puerca, una rola que me anima, me gusta mucho la parte hablada de esta rola ¡¡hay que rolar las buenas rolas y las buenas ideas!!