jueves, 16 de diciembre de 2010

Yo amo la palabra.
Pan del alma.
No sólo la palabra amor.
Odio, también.
Se opone la palabra al horror del dolor.
Indudablemente me complico queriendo precisarlas.
Indefinibles emociones, habitan palabras ambiguas.


Perder palabras al tratar de atraparlas.
Amar las palabras, tener la calma para agarrarlas.
Pretender ver palabras en rostros de entrañas apagadas.
Me propongo entender los enseres que herede.


Amadas palabras, a veces amargas, parcas, jamás vanas.
Se meten en mentes rebeldes de seres vehementes.
Sólo los torvos no las abrazan, tontos, las apartan.
Viril, sin saña, infringir endebles leyes, armadas las almas, atadas a palabras, sacras, paganas.
Avasallarán las palabras a gentes de baja calaña, dementes herejes agachan la cara al ver pasar a la raza gallarda; ambos bandos harán honor a la palabra.
Gargantas amalgaman alabanzas, enternecen, aladas palabras les ven encenderse.
Elévense entes del éter, perseveren en el deber de crecer, per se.



Palabras de Silvio Rodríguez.

" El 15 de enero de 1970, todavía cerca de Lanzarote, a bordo del buque el "Océano", compuse primero "Palabras" y algo más tarde un exorcismo de la violencia llamado "El matador". Sólo nos faltaba recoger pescado del atunero "Alecrín", antes de poner proa a Cuba. Mi mejor amigo en el "Océano" era su contramaestre, Gregorio Ortega, alías "El Goyo", un hombre de muy buen corazón. Él fue el primero que escucho "Palabras", tributo a la sangre derramada y a los sueños postergados, nutrientes del hipotético día en que las guerras parecerán extrañas, a pesar de los fabricantes de promesas"