jueves, 11 de marzo de 2010

Locos

Diluvia desde el numen, salen asombrados, locos desnudos, se empapan de la savia prodigiosa, sacian su impaciencia con el maná sagrado que imploraban en la sequía y la hambruna.
Se alimentan de mágicos elementos, nutren cada uno de sus sentidos.
Aguzan el oído para captar la frecuencia de las musas.
Momentos con su propio tiempo, abren paréntesis inéditos en sus conciencias. Estallan en sus ojos visiones de universos ocultos, estructuras etéreas, ignoradas.
Perseveran pescando en remolinos siderales, descifran jeroglíficos secretos, para hacerlos terrenales.
Excéntricos cazadores, acechan en los confines de la demencia, atajando cometas errantes, siguen la pista de unicornios solitarios, cortejan a hadas de juventud eterna, huyen de seres fantasmales sin darles la espalda, son rescatados en la playa de La isla de nadie por sirenas piadosas.
Utópicos forasteros, habitantes de mundos ignotos, les refieren maravillosas leyendas de espíritus ancestrales; discuten con ellos la mejor forma de seguirlas heredando.
Corriendo entre nubes, eluden a dioses rampantes, que mandan contra ellos centauros salvajes, cíclopes armados con relámpagos, dragones del hades; todo para emboscar un elusivo sueño.
Redimidos en infiernos innombrables, renuncian a placenteros paraísos; amalgamando dicha, paz y amargura, plasman en códigos universales.
Cultivan frágiles simientes, para cosechar flores imperecederas, testando antiguos bienes que permanecen rozagantes.
Resucitan de prolongado vacío, retoman el paseo por la cuerda floja, arriesgando su cordura; deslizándose en blancos desiertos, conquistan oasis, los desprecian y continúan la marcha, sin marcar su rastro. Sobrevivientes de aventuras divinas, transcriben alucinaciones incubadas en sus mentes, en la búsqueda de recompensas sin valor. Negras gotas de alquímicos materiales, anegan la fuente de sus pensamientos, se desbordan los caudales. Dejan caer su obscura sangre en áridas nieves, que los observan expectantes, con mueca burlona los desafían, ofrendando su nívea pureza, ávida de ser fertilizada. Locos, les dicen, cual si fuera su nombre, su oficio, esa guirnalda corona sus sienes.