sábado, 30 de octubre de 2010


Volvieron las nubes a la Ciudad, son muy grises, el viento es débil, no puede arrastrarlas; además son muchas, han ido amontonándose a lo largo de la mañana y por la tarde volvieron a formar esa pesada cortina que impide al sol ensañarse con el mobiliario y los desprevenidos habitantes. Si permaneces suficiente tiempo en las calles, podrás darte cuenta de los cambios: las sombras caminan despacio, la completa demolición de un edificio que amenazaba con desplomarse sobre los peatones, entraron los niños a la escuela, el trabajo ordenado de muchas personas para decorar una avenida principal, poco a poco han cubierto el negro pavimento de natural anaranjado. Salieron los niños de la escuela, una construcción en la cual avanzan rápidamente, suma dos pisos más a su altura; no puedes evitar perderte en los escenarios eclécticos de esta urbe señorial y miserable, majestuosa pero ajada, de noche sórdida, de día atestada, asustada, con sus vagos elegantes, pordioseros que obsequian dinero, payasos que dan lástima, personas de corta edad vendiendo el cuerpo y el alma, estridencia visual ¡cuántos contrastes la vista abarca!
Déjate llevar, el viento trae palabras de personas sin rostro, no las escuches, pon atención a sus ademanes, ve con ellos en pequeños espacios, breves instantes; cuestionan, responde, practiquen juntos monólogos impersonales.
La Ciudad le da la espalda al sol, dentro de unas horas la luna lucirá más hermosa que en días pasados, pero ni un solo loco podrá admirarla; amenazada por catástrofes y bandidos, deberá pernoctar con un ojo abierto, la somnolencia hace que todo parezca más lento, los bailes se antojan eternos, malabaristas dominan al fuego, humo rancio y vino barato envilecen el juego, el pudor yace intoxicado, la lujuria camina voluptuosamente, lanza besos, viste entallada mostrando el indicio de un gozo que exige precio, nada de coqueterías ni lances de caballero, el pecado hace negocios en trato directo. La noche tomó demasiadas copas, sus carcajadas no son de júbilo, suenan a burla, vulgares; la muerte le ganó esta mano y ha salido a cobrar sacrificios sin altar, aplaca su sed bebiendo lágrimas, pero no se sacia, jamás descansa, al siguiente segundo va por más sangre y dolor, trabaja turnos completos, a la luz o en la oscuridad.
El sueño pide su tiempo, ya no encuentra encanto en los disfraces, las máscaras se han despintado tornándose muy pálidas, vomitan incoherencias y se sienten desprotegidas, procuran ser discretas al no saber porque de pronto temen, se sienten vulnerables ante remordimientos falsos. Prenden un nuevo cigarro, apuran otro trago, aspiran profundamente blanca combinación, logrando fugaz tranquilidad, las caretas caen para ser destrozadas debajo de calzados caros, vuelven los brindis y la risa, melódicamente el estruendo hipnotiza, danzas desinhibidas, concupiscentes sonrisas. Corderos con colmillos atraídos por una ninfa sensual, sirenas fuera del agua embriagando los oídos de rudos tontos, con deliciosas promesas de cumplir deseos, todos prestos a jugar el juego de olvidar que el respeto a uno mismo no se consigue con dinero. Después, con jactancia afirmarán haber tenido al espíritu de la vida rendido entre sus brazos, hechizado por sus palabras, seducido por sus maneras. Esclavizándose a vicios no a placeres, profanándose mutuamente.
Un par de horas más y la noche dormirá, se reanuda el movimiento, unos vienen y otros van, no importa cual es cual. En medio de la obligación de seguir, amanece, la Ciudad bosteza ansiosa, observa a algunos hacer de un asiento el mejor lugar para dormir; el mercado abre temprano, al paso de la gente ofrece agradables olores, la prisa corre en pies y motores, la luna no le hereda al sol su tranquilidad, ni por estar expuestos hacemos caso a la autoridad, empeñados en lograr cada uno su meta particular, perdiendo de vista que acudiremos todos juntos a la misma cita, en el mismo lugar.
Trato de hacer la señal de la cruz sobre mi cuerpo, aturdido por el cansancio dejo a medias el movimiento, aparco junto a un parque, siento el viento fresco mientras me deleito sorbiendo un café caliente, doy gracias por haber transitado con bien esta transición. El viento se ejercita a temprana hora, baja furioso al valle pues no pudo nada contra las nubes, me entretengo en presenciar su lucha contra todo lo que se le opone, ulula amenazante entre árboles y edificios, con puños gélidos aprieta cuerpos y objetos, revuelve la basura, hace llover hojas que tapizan el asfalto, puedo escucharlas al caer y crujiendo bajo mis pies, bailaré con ellas cuando el aire las levante, si no ahora, quizá en cenizas, entre la basura.
Sorprendida por el frío la Ciudad vive, acoge a sus hijos y bastardos, espléndido anfitrión, exigente patrón, consiente el ocio, invita a laborar, en las más grandes fiestas soporta el robo y la violencia, pasa de carnavales a funerales, crece hacia el cielo moderna Babel, se avejenta corrompiéndose revestida de oropel, se extiende sin orden; en ella, Mujer y Hombre viven dándose la vida, negándose, con fidelidad e hipocresía, solidarios e indiferentes; dentro de  estas arterias de trazo impreciso, se mueve un pueblo poderoso pero dividido, opulento y menesteroso, se mezcla, ordena y protesta; congregado en las calles para festejar o para reclamar, a diario sale desafiando la inseguridad, se agrupa, agrede y segrega, se manifiesta a gritos, a duras penas se reconcilia y tolera. La ciudad de los absurdos, repartida como un botín, conquistado sin sudor ni sangre, por farsantes diestros y zurdos, siguen haciendo mal uso del esfuerzo y los recursos de un pueblo que ya no confía en peroratas enfatizadas con ademanes teatrales, ni espera un Mesías, mucho menos milagros de televisión, pero que cansado de sobrevivir precariamente con un pobre poder de adquisición, carente de organización para recuperar sus derechos haciendo una nueva revolución, termina las jornadas laborales maldiciendo, buscando evasión, un poco de descanso y pervirtiendo sus valores en cualquier mundana distracción.
Es una olla. Un nido.
De hormigas, grillos, serpientes, ratas, mariposas, corderos, fenómenos y fantasmas.
Se moderniza desmoronándose, las manos que la maquillan, son extranjeras.
Santas piedras, escondidas entre gris cemento, austero pero opulento.
La nueva tendencia es la individualidad, para lograr el bien común, primero lucha solo, triunfa a como dé lugar, luego busca compañía (personal y laboral), aplaca tu instinto animal. ¿Incongruencia? No, es sólo otra creencia.
En los barrios y zonas residenciales, desde el cerro a las calles principales, turistas y peregrinos, prostitutas y rufianes, obreros, burócratas, advenedizos del erario público, profesionistas y estudiantes, ignorantes e intelectuales, héroes de goles celestes, amarillos, auriazules, una olimpiada y dos mundiales, mucha violencia, poco arte, carreras presidenciales, ídolos que no envejecen en películas y canciones, inútiles comicios electorales; yo, perdido en el tránsito, no puedo imaginarme a esta Ciudad ¿qué más le cabe?

domingo, 24 de octubre de 2010

Mi Lista de Sin Cuenta Cosas.


1. Seguir la recomendación de OTRO bloguero,
2. Asistir a una reunión,
3. Escuchar buenas noticias,
4. Escuchar malas noticias,
5. Pensar en la muerte,
6. Remordimientos recurrentes,
7. Apatía,
8. Dejarme llevar por los demás,
9. Dormir y despertar adolorido,
10. Bañarme de madrugada,
11. Admirar la luna,
12. Circular por las calles casi vacías de gente y autos,
13. Parecerle sospechoso a la Policía,
14. Conseguir algo que necesitaba,
15. Llegar puntual,
16. Comprobar que me esperaban,
17. Acercamiento total,
18. Afuera frío,
19. Adentro calor,
20. Sincronización,
21. Olvidarme de todo por unas horas,
22. Besar,
23. Lamer,
24. Jadear,
25. Complacer,
26. Egoísmo,
27. Regresar a la realidad,
28. Fingir,
29. Despedirme,
30. Volver a la calle,
31. Impaciencia,
32. Enojarme,
33. Dar servicio,
34. Hacer cuentas,
35. Desplazarme sin rumbo,
36. Admirar,
37. Hacer planes,
38. Dar un grito que espanta al miedo,
39. Desayunar,
40. Apurarme para que no me vean,
41. Volver a dormir muy incómodo,
42. Dolor de cabeza,
43. Contrariedades,
44. Pensar tonterías,
45. Obedecer órdenes,
46. Recibir llamada,
47. Quedar de acuerdo,
48. Poner buena cara,
49. Sentirme dividido,
50. Tomar una decisión,
51. Dudar,
52. Convivir,
53. Reír,
54. Discutir,
55. Callar,
56. Aceptar,
57. Aclarar,
58. Escuchar a los pájaros afuera de mi ventana,
59. Imaginarme en otra situación,
60. Recordar lavarme los dientes,
61. Seguir sintiéndome insatisfecho,
62. Creo que es momento de terminar esta lista…

domingo, 10 de octubre de 2010

La batalla es constante, con algunas pausas, forzadas por las mismas costumbres y el cambio de elementos para continuarla.

Por un lado, el que ha sido elegido como blanco de los sostenidos ataques, un Animal imperfecto, limitado; por fuertes razones no considera dejar el campo de batalla y es su presencia el motivo de que las Fuerzas Aéreas no cesen las incursiones.

La parte ofensiva, las F. F. A. A., es su naturaleza atacar, la supervivencia de su especie, están diseñados para irrumpir en cualquier lugar y lograr el objetivo a pesar de tener minúsculo tamaño; no importa si es a plena luz del día o en completa oscuridad, distinguen fácilmente cualquier distracción del blanco, su única desventaja es no poder ejecutar en silencio, compensan este pequeño defecto con una asombrosa rapidez, a veces indetectable para los radares visuales de la víctima, estos enemigos se mimetizan con la luz al realizar exactas evoluciones de reconocimiento y asalto, -además su vibrante aleteo confunde los sonares- se esconden, vuelan bajo, coordinados magníficamente para confundir a la presa.

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Lo dicho, el Animal se encuentra en el campo de batalla, abstraído en alguna labor, prácticamente inmóvil bajo la luz eléctrica, únicamente sus manos están en movimiento, hasta ahora resiste pacientemente las punzantes agresiones de las F. F. A. A. Ellos acometen sobre toda superficie descubierta, firmes sacudidas del objetivo les obligan a retirarse brevemente, alzan el vuelo esquivando algunos intentos de ser eliminadas.

El organismo ha sido dañado en varias zonas, hace un rápido inventario de las secuelas y se dispone a contraatacar, provisto exclusivamente de su ira y una pesada arma larga, ataque defensivo es su estrategia, pero priva el desorden en su intento. Ha caído la noche y debe procurar descansar, sus radares se comienzan a entorpecer, facilitando las maniobras del enemigo.

Se prepara a recogerse, cubre todo su territorio con una gruesa capa que lo protege del frío y del acosamiento de los pequeños kamikazes, está consciente de que en cuanto quede a oscuras y cubierto, su cabeza será blanco fácil para los sedientos suicidas. Se concentra en conciliar el sueño, sin embargo vuelven a la carga, en libertad, aliados a la ausencia de luz, planean zumbando temerariamente a ras de piel.


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Imposible resistir el asedio sin perder la paciencia. El Animal se levanta intempestivamente, blandiendo ridícula saeta, enciende la luz, los ubica, aporrea el aire, chusco e iracundo esgrimista sin tino. Las F. F. A.A. se dividen, unos replegándose mientras otros audaces continúan las embestidas. Poco a poco el Animal se despabila, animado por la desesperación logra dar caza a uno de los raudos elementos, sus radares funcionan ahora en óptimas condiciones, conoce bien el campo de batalla y comienza a recorrerlo ágilmente; al verlo en movimiento las Fuerzas Aéreas retroceden buscando escondrijos, sin embargo el escuadrón de dípteros no sospecha que este ha sido su último avance. El Animal logra asestar certeros golpes, la sangre queda untada en techo y paredes; ve caer lentamente los cadáveres que cazó al vuelo, diminutas y prodigiosas anatomías, pero en exceso hostigantes; diezmadas por la violencia del primitivo cazador que vive en el Animal, huyen desorganizadamente. Cerca de terminar con sus enemigos, redoblando saña y precisión, sin tomar respiro, decidido a terminar su dantesca obra, enardecido busca en todos los rincones, emboscando implacable a los supervivientes de las F. F. A. A.

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Después de la fragorosa reyerta, nuevamente a oscuras, completamente en silencio, ya restablecida su respiración, se toma unos momentos para cerciorarse de que los ha exterminado y satisfecho se dispone a dormir.

-Zzzzzzzzz

-Zum, zum, zum…

-¡Maldita sea!...