lunes, 25 de enero de 2010

Un ser tan sencillo como singular, se traslada en Taxi. Portaba cara de mujer, sus manos colmadas de esmero, aplacando el cabello a un infante malhumorado; repasando apuntes con una adolescente en pose de femme fatale.
Ni el enojo o la indiferencia quebrantan su natural bondad, organizando los ínfimos detalles por otros omitidos, mientras se entera de infames sucesos acaecidos; pulcritud, mesura, calidez en su voz y sus maneras, dando a las palabras fuerza y ternura; atenta abarcando todo su entorno.
Este espacio ambulante quedó saturado con artificiosos aromas, encomendados a ensalzar su peculiar encanto; embelesado por su longanimidad flotamos encima del transito de la ciudad.
Su risa sencilla suaviza la tensa prisa.
Su mirada colmaba el retrovisor, distinguí sólida determinación; con afable deferencia tuvimos breve, amena e inocua charla.
Vestida como para conquistar al día; su mejor accesorio: el control de ella misma.
Mujer trabajadora, como tantas, una ovación a todas. -Aquí bajo, gracias, -a bregar en su vida, pensé yo. Miro a mí alrededor, la urbe en marcha luego de días de ocio. Prodigios rutinarios realizados por comunes ciudadanos. Curiosamente es un recuerdo persistente.

viernes, 22 de enero de 2010

Me dormí llorando. Amanecí maldiciendo despertar; aborreciendo este nublado amanecer, con el ánimo pisoteado desde temprano, la cara sucia, ropa arrugada, humor a tristeza añeja; el café frío y a las carreras, rostros fastidiados de verme siempre igual.
Callo; las palabras se vuelven tristes en mis labios. Nada bueno que decir. Cada jornada es una mala representación de actos absurdos. Iniciar en la mañana con la facultad de dar un paso, seguido de otro, es una gran hazaña; a continuación acelerar, avanzar en línea recta, a toda velocidad, directo hacia un hoyo negro, para no regresar.
El abismo queda tan cercano, no me doy cuenta y lo traspaso con mis puños crispados, destrozados de tanto golpear el aire; ira irracional engendra acciones execrables. Vivo a mi límite, no quiero dar más. Tomo el riesgo de volver cada vez al mismo mundo.
No envidio a los pájaros. También puedo volar por encima de todo esto sin sentirme mal.
Mediocre.
No dirijo ni acato; me rio sardónicamente de los extremos; entre tantos ejemplos ninguno es atractivo, para mi. Observo sin posar la vista; escucho sin prestar atención; contesto con indiferencia incólume al desinterés de los otros; el juego se llama: aparentar. Me soslayan solapadamente. En ocasiones deseo vestirme de uniforme, formarme, detenerme, saludar, esperar la luz verde para avanzar, sacar ficha, levantar la mano, volver a formarme. A veces quisiera tener un revólver y demostrarles lo elocuente que puede ser vomitándose en sus frentes. Sólo a veces. Busco la hora de salida, con el ansia de un suicida; las seis, el mundo invade la avenida. Exhalo el humo del cigarro lentamente, quisiera dispersarme junto con la voluta de cada bocanada. Caminando por esta calle oscura parezco una luciérnaga borracha. Me quemo la lengua con la colilla del cigarro, después todo tendrá un solo gusto. Llego a casa; la encuentro vacía de almas fraternas, ausentes las risas, luces apagadas, habitaciones gélidas, deshabitadas. Detrás del muro gritos y algarabía; de este lado silencio y yo, soledad y yo, tristeza y yo. La alegría en esta morada es anacrónica. Hace más frío adentro.

martes, 19 de enero de 2010

Vi a un hombre desesperado tomar una pistola, poner el cañón dentro de su boca, - a dar el beso fatal se disponía-, convulso, llorando inconsolable, gritar implorando perdón al cielo, jalar el gatillo y no murió; la bala rechazó llevarse esa vida, únicamente produjo agudo dolor. -Es asombroso, ni una gota de sangre derramó, declaró desconcertado el doctor. Un cirujano, el orificio de salida en su nuca le suturó. Ese hombre, el habla perdió, sin embargo sus errores sin violencia enmienda. Vi a una mujer, sin el peso de la vida sobre sus hombros, ni esperanzas, saltar de una ventana, alejada años luz de la ruda realidad. Al verse próxima al suelo, con el gesto desencajado, algo en ella despertó, movió brazos y piernas, igual que una ave maltrecha, como si la desesperación pudiera evitar el impacto; cerró los ojos arrepentida de aquel arrebato. A punto de estrellarse, las suaves e invisibles manos de una potente ráfaga de aire, hicieron que oscilara parsimoniosamente, como hoja seca, hasta posarla delicadamente en el piso, en medio de los atentos mirones.
La mujer ahora evita las alturas. Desde ese día camina tranquila hasta un parque, se sienta en la misma banca cada tarde y alimenta a las palomas.
Una persona pasa inadvertida, deslizándose, como ánima en pena, entre la muchedumbre, hacia la orilla del andén subterráneo; se coloca detrás de mi, no le doy importancia a su presencia. Los dos hoyos negros de su rostro observan la oscura garganta por donde aparecerá el convoy. Cuando arriba a la estación, él se deja caer lentamente a los rieles, en busca de la redención de los infieles; intento evitar la inaplazable cita, su mano rechaza la mía; el conductor no tiene tiempo para frenar. Vi la cara resignada de ese desdichado antes de que toneladas de metal pasaran sobre su cuerpo. Cuando el tren retrocede lo vemos levantarse indemne, cayó en un hueco entre los durmientes; se irguió y comenzó a vivir. Esa persona ahora gusta de relacionarse afablemente, presta su ayuda sin reparo y estrecha solícito la mano que se le tiende. Considerando todas estas cosas, arrastrándome escaleras abajo hasta mi guarida, ascendiendo en la espiral de mis miedos y mientras bebo otra botella de licor barato, pienso que quizá yo también encuentre el hilo negro de mi existencia; no pido mucho: una última oportunidad.

domingo, 17 de enero de 2010

III

Trazos firmes de una mano infantil pintan mi mundo. Colorida y luminosa, colgando de un clavo, esta la muerte. Resulta simpática, mirándome impertérrita, pelando los dientes. Pequeños recuerdos, de alegres días, tachonan la pared. Lienzos blancos desgarrados, permiten paso a la luz, mas no al calor. Camino en un infierno petrificado, repleto de huellas quebradas. La anarquía de una orquesta ambienta el caos. El viento se detiene en la puerta, toca tímidamente, pidiendo asilo. La vida se arrastra por los cuatro rincones del cubo, en finas lianas se mecen diminutos depredadores de anatomías maravillosas. Aquí los días transcurren lentamente, todo sucede sin prisa; en este sitio mi presencia es de ornato, hasta el momento en que sus manos, vuelven a colorear esta página gris de mi vida.

martes, 12 de enero de 2010

Eres mujer, en femenino, como la Tierra.
Dios te formó perfecta, del bien y del mal repleta, esto y aquello, todo en ti es don; el Diablo añadió la sensualidad.
Te abres, al recibir entregas; progenitora natural como la Tierra.
Albergas en tu ser, lo que da sentido a la existencia.
En tu interior se gestan hermosos pensamientos del creador; de tu vientre nacen milagros. Un misterio esta en proceso.
Te desarrollas asombrándonos los cambios; terrible y tierna Tierra, de sueños y promesas.
Del barro forjada, al fuego de los martirios acrisolada.
Fertilidad impredecible, tu cuerpo es un lugar donde morar, es un arma, es un manjar.
Tus palabras inmutables, animan, destruyen, matan.
Tu mirada es inhóspita si te enfadas, terreno yermo, al que destierras a los necios.
Tu sutil fortaleza me hará hombre, en tus brazos, tras de tus pasos, llevándome de niño a anciano; en el inicio y al final, se reconforta mi cuerpo en tu regazo.