lunes, 17 de noviembre de 2014

Duermes.
Veo tus demonios.
Tu sueño es inquieto, transpiras.
Ellos yacen junto a ti.
Se masturban, viendo
tus senos subir y bajar.
No les importa
la cercanía de otros cuerpos,
se desquician admirando
la silueta que tu éxtasis
delinea bajo la sábana.
Tienen prohibido tocarte,
pero acuestan sus sombras
en tus piernas.
Miro de reojo
pues yo también te deseo,
tu respiración alterada me despertó,
sonido armonioso que arrullaba
mi sueño;
interrumpe tu descanso
mi naciente agitación.
Nos encontramos en cómplice mirada,
adivinando la intención recíproca,
impulsos mutuos anticipan el lance,
tus demonios se ponen en guardia,
dos infiernos van a fundirse
sin titubeos.
Cada poro expele su euforia,
somos un volcán orgánico
abrasando el blanco mar
que nos sostiene.
Pétalos de piel
atrapados en un beso,
sacia mi sed tu magma agridulce.
Inhiesta la réplica,
nos besamos cerrando el círculo
bebiéndonos la entraña,
con mañosa paciencia.
Como manecillas dislocadas
buscamos el eje
que nos devuelva al ritmo
del tiempo.
Tus demonios arden en silencio.
Sendos torrentes fluyen intestinos,
un aroma de cuerpos tibios
en su vía láctea sumergidos.
Tu demonios no tienen corazón
ni alma, pero al vernos rendidos
se arrepienten de no haberte

tocado.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Un bocado de muerte

Enclaustrado en mí habitación, aguardando al sueño, me inquietan las voces de la noche; el suelo es un témpano, su frío trepa los muros de mi cosmos diminuto. Afuera la negrura se ha instalado y me observa en la vigilia; no hay comunicación, nadie llega. Todas las puertas quedaron abiertas, soy el que permanece después del rapto, testigo sin testimonios. A mi cuerpo vencido por la fátiga, le resulta inevitable reposar; abandonado en el lecho se vuelve víctima propicia del descontrol.

Siento una fuerza indefinible maniatándome, retuerce mí cuerpo inerme en una incómoda posición, no tengo gobierno en la inconsciencia. Me he quedado dormido con los ojos abiertos ó quizá sueño en tiempo real. Un soplo de aire gélido me ha descobijado, hay una luz fija dirigida hacia mi rostro, impreciso el origen; me desquicia. 
De repente comienzan a recorrerme cientos de diminutos pasos, ascendiendo muy despacio; variedad de insectos avanzan en formación cerrada por todo mi cuerpo, escarban en la piel, me devoran; entran por mis venas absorbiendo gota a gota la sangre, carcomen mis entrañas, estoy anestesiado por esta labor. De súbito detienen su atroz faena, su instinto les avisó de otra presa, cercana y más fresca; retroceden sacando brillo a algunas partes de mi esqueleto al retirarse, dejando colgajos de carne pútrida pendiendo de los huesos. Mis gritos se despeñan por el hoyo que fue excavado en el pecho, el dolor y la desesperación me impulsan para levantarme, mas de pronto todo se ha sumido en un glacial abismo. Siento que piso una superficie húmeda y agreste, inicio la carrera hacia la liberación desconociendo el rumbo. Mi corazón frenético a cada látido se sale del pecho, lo retengo con el muñón de una de mis manos. No sé a dónde ir, ignoro si aventajo terreno o sigo parado, lo que sobrevive de mi cuerpo casi ha perdido las sensaciones, sin embargo advierto el cansancio. Terror y sufrimiento acribillan mi cerebro, pero a la vez son un acicate para tratar de llegar a algún sitio; mis pies lacerados no pueden sostenerme, caigo de rodillas, sigo moviéndome penosamente; la vista no consigue encontrar un lugar a donde dirigirme, no alcanzo a ver más allá de la extensión de mis miedos. 
Hago añicos las coyunturas de mis piernas en cada movimiento, sintiendo como pierdo el resto de sangre decido arrastrarme; el suelo debajo de mi hiere sin piedad carne y huesos, me doy cuenta con espanto que engrosan la superficie restos de osamentas, sin duda otros claudicaron en su intento de escapar. Pasé penosamente de andar de rodillas a reptar y no puedo cerciorarme del trecho que he logrado moverme, entonces me detengo, volteo con dificultad hasta quedar boca arriba, sólo negrura hacia donde quiera que intento ver. Huí sin ser perseguido. Un sonido monótono comienza a envolverme, son como voces avisándose de haber avistado algo; me pongo en alerta, dispuesto a proseguir esta lastimosa fuga, pues siento un tumulto enardecido, que raudo está dándome alcance, dirige sin pausa su rabia hacia mí. En pocos segundos tengo detrás de mi una jauría, dispuesta a rematarme; entre dentelladas soy lanzado de un lado a otro por el filo de su rabia, dando tumbos encima del tropel que no abandona su curso mientras me devora. Yacen mis restos en la noche perenne, esperando el final definitivo, no puedo implorar más cuando soy sorprendido por garras aladas que me cargan en vilo, disputan el despojo de mi cuerpo, tirando hacia todos lados me van desmembrado; satisfecha su gula sueltan los retazos y creo que caigo, pedazo a pedazo en el oscuro vacío.

Un ruido seco hace que renazca en mi incómodo catre, transido de horror; enérgicamente recorren mis manos la áspera sábana, para cerciorarme que nada sucedió. Trastornado entre sombras del alba, digo adiós a la noche y al frío malhechor, que tanto daño me infligieron durante la inconsciencia.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Manos pequeñas en la ventana

Trazos firmes de una mano infantil pintan mi mundo.
Colorida y luminosa, colgando de un clavo, esta la muerte; resulta simpática, mirándome impávida, con su huesuda sonrisa.
Pequeños recuerdos de alegres días, tachonan la pared.
Lienzos blancos desgarrados, permiten paso a la luz, mas no al calor.
Camino en un infierno petrificado, repleto de cosas mutiladas.
Una orquesta cacofónica acompaña al día, en su ascenso y su caída.
El viento se detiene en la puerta, toca tímidamente, pidiendo asilo.
La vida se arrastra por los cuatro rincones del cubo, en finas lianas se mecen diminutos depredadores de anatomías maravillosas.
Aquí los días transcurren sin prisa; observo las imágenes que han pintado las manos pequeñas, en los cuadros de la ventana.
El sol y la luna en rincones opuestos, infinita lluvia de estrellas en medio de ellos, nubes grises amenazando al suelo; un pedazo de azul celeste guiñando destellos.
Gotas de polvo tratan de arrancar los colores, deslavan la marca de unos labios que tocando el frío transparente de la distancia, me besan cuando los veo.
Una escena de la calle vacía, perros acurrucándose a la sombra de los árboles, la noche llegando, bajo el sol pintado; otra de la calle transitada por gente, actores de vida bañados de luz, al cobijo de la luna de crayón.
Miro fijamente el ventanal y la imaginación pone en movimiento las figuras que viven en el cristal. 
Caleidoscopio de días y noches, moviéndose en el sucio silencio de las horas postradas, oyendo gritos desesperados que pretenden espantar al miedo, viendo a los minutos viejos morirse con los ojos abiertos.

En este sitio mi presencia es de ornato, hasta el momento en que sus manos, regresan a colorear esta página gris de mi vida.

lunes, 1 de septiembre de 2014

El Adorno

Viejo blanco, te niegas a caer
salvando tu raíz renaces.
Cada vez más consumido,
con el optimismo lánguido.
Te luces arrogante,
pero mueres sin brillo.
Y regresas en breve asomo,
porque es todo lo que sabes,
dejarte mutilar y persistir.
Pequeño necio
prendido a tu costumbre,
firme en la cima de
dispares caprichos.
Sacrificado sin ceremonia
en un rito cotidiano,
eres basura para quien te pierde
y orgullo del que te conserva.
Reducido vestigio
de un origen incierto,
vienes y vas entre
la vanidad y el desprecio.
A pesar de lo ordinario
se te da cierto valor;
podrías ser moneda de cambio.
Dicen que vives muerto
mas te asocian con belleza,
por eso te protegen
con artificios de color;
intentas rejuvenecer.
Casi eres polvo toda tu vida,
pero creces tanto
que podrías hilar un puente.
Los años te vencen, 
dejando un breve rastro de ti,
como nieve perenne
en montaña vetusta.
Así,  corona blanca
de la suma de los días,
pareces velo de novia
que se ha dispuesto toda su vida
a desposarse con la muerte.
Larga vida, Viejo,
sembrado por miríadas,
siempre habrá manos
tendidas a tu encanto,
tiernas para seducir
y rudas al mesarte.
Luego de las flores y del oro,
vas con tus propios huesos
a donde no luces más.

lunes, 18 de agosto de 2014

Malviviente

Sumo a la inútil cuenta otro año,
veo como se escurren
sus páginas de mis manos.
Lo digo muy en serio,
para que sea barato,
quiero morirme en una tumba.
Mi más grande hazaña:
beber muchos litros de cerveza.
Con lo gastado en el vicio del cigarro,
ahora podría ser dueño de un buen auto.
Ahogo mis penas en alcohol,
mas no logro evaporar el dolor.
Malgaste mi sueldo en juegos de azar,
hoy pido prestado para poder comer.
Mi principal preocupación fue divertirme,
ahora no tengo ni un par de calcetines.
Voy a tratar de ganar tu simpatía,
a ver si me regalas una camisa.
No quiero levantarme a caminar sin sentido,
no molesten, mejor sigo en mis sueños.
Aunque pocas cosas me hacen mella,
yo mismo acepto que debo bañarme.
Tengo todo el aspecto de un vago consumado,
las ilusiones que animaban hoy yacen derrotadas.
Vivo desesperado rondando tu calle,
esperando, sediento, a que abran la cantina.
Bufón amargado, pues ha caído en desdicha,
el colmo del payaso, su rutina perdió la gracia.
Pero siempre queda tiempo para una broma,
no finjas, acepta que no la entendiste.
Ando volando al ras del suelo,
todo me importa un carajo.

lunes, 11 de agosto de 2014

A Rodrigo E. González Guzmán “Rockdrigo”



Un hombre sencillo, blandía un arma de paz,
le hacía hablar un lenguaje de bellos sonidos.
Hombre de raíces añejas y largas alas.
Profeta moderno, cantaba simples sentencias
aprendidas en su vida por las calles.
En el laberinto su tonada se escuchaba,
constante como lluvia de agosto
hasta que un septiembre la cuerda
de su lira y su garganta, se rompió.
Sibarita pero humilde, amante de tradiciones
existencia cotidiana, reflejada en sus cantares.
Por naturaleza bohemio, seducía a la noche
con su voz áspera y versos de virtuosa inspiración.
Ágiles las palabras saltaban de su boca,
sabiduría y humor cotidiano
trasciende los años su discurso de juglar.
Protagonista en el escenario de fin de milenio,
compartió sin recelo lo más distinguido de su intelecto.
Una mañana, La Tierra abruptamente se desperezó
sepultó sin ceremonias edificios y personas;
tal vez Rockdrigo aún dormía plácidamente
o trovando daba los buenos días al amanecer
pero falleció, lo mismo que muchos otros
y por un instante supo lo que es estar al revés.
Se fue a lazar quimeras con notas de guitarra

allá dónde la eternidad lo maniata y la vez lo libera.

Un muerto

Un muerto no detiene al mundo.
Tal vez pare la marcha de un tren.
Hombre hecho bulto, muy dormido.
Sentado precariamente en el filo de su limbo.
Se balancea sin control, golpeándose.
La morbosa curiosidad se despierta.
Sincera indiferencia de unos cuantos.
Da lástima y risa, títere ebrio.
Ya parece muerto cuando va cayendo.
Dando un golpe seco, el piso recibe su cráneo.
Queda desmadejado, estorbando el paso.
Vigilantes azorados, se miran confundidos.
Le preguntan al bulto si está bien.
Contesta con silencio.
Los vigilantes pretenden arrastrarlo.
El hombre reacciona por instinto.
Vomita entre estertores estentóreos.
En ese deplorable estado, nadie puede ayudarlo.
Se ahoga, desfallece, se ve como muerto otra vez.
Lo cargan entre cuatro, sin saber que hacer.
Desconocido asistido por extraños.
Alguna autoridad se hace cargo.
Muchas miradas se posan en el hombre inerte.
El bulto falleció.
Otro tren retrasado en la noche subterránea.
Mausoleo improvisado para un miserable solitario.
Se me ocurre que podría ser yo.
Recuerdo mis obligaciones y me largo.
Todos de mal humor, salimos a la calle,
a checar la tarjeta con retardo, a abrir el negocio
con la espera de clientes enojados, 
a inventar mentiras para personas apaticas,
olvidando al muerto sin bendiciones ni epítafio...

lunes, 28 de julio de 2014

Sueños inconclusos


De diez en diez,
se van los minutos
y en uno de esos instantes,
se han descubierto otros planetas,
pero no se inventan letras nuevas.
Dormí, media hora quizás,
imaginé un titulo (era un sol lánguido,
en la noche de mi ensoñación)
y varias palabras,
exacta cada una, sin orden juntas
(como cactus, velando estoicos,
en la árida de desesperación nocturna).
En mi visión de frases incoherentes,
me sentía insensible ante el texto volátil,
el olvido repercutía en cada respirar,
los placeres desfallecían inactivos.
Un dios atolondrado
evadía su encomienda y no creaba nada
deseaba capturar al sol y prolongar una hora,
andar más rápido que el tiempo,
ser luz para violar la penumbra.
Una cortina de lluvia               
me separaba del despertar,
su grito ahogaba mis suspiros,
mas no lograba desaparecer
el olor inolvidable de la niñez,
que he conservado hasta ahora
como mapa roto
de un laberinto inexistente.
Al abrir los ojos,
pude escuchar a las palabras
agonizando de silencio,
discutiendo como dioses y demonios,

el escenario del siguiente sueño.

lunes, 16 de junio de 2014

La Muerte y El Tiempo


Obedece esta vez, Eva
y serás eterna.
Te aseguro tu sobrevivencia
por interminables eras.
Te haré dueña del silencio,
sobre cualquier motivo,
no te ha de rendir ningún deseo.
Dominando por siempre
sin sufrir fatiga,
nada te va a perturbar,
Madre primigenia.
Desprecia tus vestidos,
toma éste velo de noche,
cierra los ojos, ignora los sonidos,
libera tus manos del esfuerzo,
aspira profundamente el olor
del barro al que retornas,
simple elemento
ni amable ni torvo.
Despojada de sentidos
no te conmoverán llantos o rezos,
imparcial ante la burla o
solemnes epítetos.
Señora de la obscuridad,
final de todas mis obras.
En un sueño de tierra irán a ti las almas.
Te llamarás, La Muerte ¿aceptas?

Escúchalo Mujer, es la última oferta
que te hace Él, Dueño de la Vida.
Al termino de nuestro andar,
sin pedirlo recibimos
la dádiva que creíamos perdida.
Yo, su siervo llamado ahora El Tiempo,
contento estoy de desposarme
definitivamente contigo
¿Acaso ya no me recuerdas?
Soy Adán, el que salió llorando
contigo del paraíso.
Asume sin temor éste nuevo
e interminable pacto.
No lo aquilates como premio,
tampoco lo consideres castigo;
es un designio incuestionable,
tú y yo, otra vez los elegidos.
Inmunes como al principio,
exentos de otro fallo.

Acepto.
Y soy la primera
en abandonar mi cuerpo,
bajo la piel del mundo.
Luego del destierro
y la vergüenza, sin temor
ahora ¡cuánta dicha me
trae tan grata sorpresa!
Me entrego al vacío,
ciega ante el bien o el mal,
justa para cada ser,
serena ante la dicha o
la tristeza.
Aunque la historia se haya torcido
y parezca yo sumisa al cobijo
de tu cuerpo, Adán,
desde el instante en que
nos fundemos con la nada, a la par,
recobraremos luego de la vida

a todos nuestros hijos.

lunes, 9 de junio de 2014

Sombra de arena





Fuiste la sombra más vivaz de esa noche. Bailando entre las luces, me acechabas presa astuta, engañando al improvisado cazador.
Mientras mordías mi anzuelo me clavabas un arpón, bella silueta con garras y sonrisa de niña.
Debajo del vestido negro tu piel lozana se sentía cautiva, aguardando unas manos libertinas, para volverse juntas fugitivas. Una señal de tus ojos y mi instinto por las calles te siguió.
Despertaba mi deseo el ritmo voluptuoso de tu andar, el vestido largo barriendo la arena, refugio de empedernidos noctámbulos; caminábamos apresuradamente pues hicimos un contrato de tiempo que nos empujaba a un sórdido lugar, donde las paredes hablaban y las sombras se fundían, haciendo transpirar al aire puro humo y licor; algunos rostros eran hoscos, otros insatisfechos, los más indiferentes parecían verdaderamente extraviados.
Bajo la luz mortecina la belleza se difuminó, el candor en tu rostro desapareció, tu vestido largo dejó su esplendor afuera del cuarto, pero al caer sin pudor de tu talle, pude ver tus firmes senos pequeños, tus largas piernas, que me animaban a dejarme caer en toda su plenitud, hasta derrotarme debajo de tus macizas caderas de mulata.
Tras la puerta sonaban sin fin música y carcajadas, adentro el tiempo tenía prisa; fingimos por unos minutos que compartíamos la soledad y el egoísmo, de un lado malsana curiosidad y por otra parte, quizás algo más que necesidad. Entre nosotros dos el silencio no quería decir nada, tus ojos cerrados tampoco hablaron y ya empezaba a verte como a un recuerdo.
En el acantilado de tus piernas arremetieron mis olas, mi espuma se regó en tu arena, cuando tus ojos por un momento se eclipsaron.
Pensaba si tu oficio te redimía y tal vez sólo era yo otro aprendiz de casanova en turno; entonces dejé de pensar y también de sentir, mientras escuchaba proveniente de afuera, el bullicio de las personas y la voz del mar. Apresuré las últimas caricias y un beso amargo, cuando puntual el tiempo golpeaba bruscamente a la puerta. Las complicidades pasajeras se terminan cuando cada quien toma su camino, en busca de la siguiente aventura o de una dosis de olvido. La noche siempre terciando en la repetición de la historia. Salimos del lugar, juntos tan distantes; hay momentos en que uno simplemente está, sin reflexiones caóticas, nada más continuar, volver los pasos sobre la arena, entre el océano y la gente. La noche esconde la belleza de la playa, como tu cuerpo bajo la tela deslucida.

Tenía papeles para comprar más tiempo, pero ya no guardaba curiosidad, me dejé llevar por la oleada de sombras, arrastrando mis pasos, sin remordimientos pero muy cansado, viendo como el sol coloreaba el horizonte, una madrugada de otoño, desde el puerto de algún lugar del mundo.

lunes, 26 de mayo de 2014

El Viejo Truco


Dos taxistas platican, recargados en uno de los autos, mientras comen sendas tortas, afuera de la estación del metro Cuitláhuac.

-Al tiro, mi “Tripa”, cuando andes rolando por Insurgentes, a la altura del Parque Hundido.
-¿Qué pedo ahí, pinche “Barbas”?
-Pos ahí la afana un ruco, disfrazado de payaso, pero más bien se la rifa de mago…
-¿Y eso que chingados?
-Aguanta… la jugada está así: se acerca a algún automovilista que se haya clavado mirándolo, le avienta un choro y sin que se dé cuenta el elegido, le tumba el reloj o algo que la persona traiga más a la mano. Tiene dedos de seda, como los carteristas de antaño; es fino y ni sientes cuando te da baje. Por lo regular, no´más se la aplica a hombres. A las mujeres les dice dos que tres piropos, se las da de muy romántico.
-El choro eres tú, mi Barbas, o ¿ya te llevó al baile?
-Nel Carnal, a mí me contaron y yo te lo paso al costo. Ahora que aprendiste ya sabes, si te duermes no vayas a andar chillando.
-Camarón mi Barbón, voy a andar a las vivas; pero ya, no te hagas, mucho rollo para marearme y que se me olvide que hoy a ti te toca disparar los chescos.
-Pos ya te tardaste, desde hace rato los hubieras bajado del refri.
-Te voy a bajar la comida, pero a patadas, pinche gandalla.
Así, entre albures y discusiones, para demostrar quién de los dos se la rifa más en la Ciudad, los amigos terminan su comida y regresan a “perrear” el pasaje.

Días después, el “Tripa” volvió a escuchar, de otros compañeros taxistas, las andanzas del finísimo personaje Don Mago, quien hace sus viejos trucos a cambio de unos varos y algo más. Por cierto el mote no es tal, tampoco se refiere a sus habilidades como ilusionista, tiene que ver con su nombre real, el cual no mencionaré aquí, pues al susodicho le molesta sobremanera que la gente se dirija a él con “esa palabra elegida por mis padres en la pila bautismal, para darme a conocer al mundo”, dicen que dice.
Precisamente, al buen “Tripa” le gusta trabajar por aquella zona del conocido Parque, así que no pasaron muchos días para tener la oportunidad de ver en acción al famoso Mago. Y según él, iba bien preparado para que no lo chamaquerá y devolverle el tiro por la culata.

Pues ahí estaba, su aspecto entero era una agresión visual: sombrero de copa, pero de peluche y un color fosforescente ya bastante apagado, saco y pantalón negros, con exceso de parches, quizás para hacerlo más vistoso, playera de la selección de fútbol de Croacia y para rematar, la corbata hecha de latas de refresco, de todos colores; sin duda muy original.Por supuesto, la indispensable pintura de payaso, que a pesar de dibujarle una enorme sonrisa, no logra disimular la malicia en su rostro.
Ahora les cuento el acto.
Aprovechando los escasos segundos del semáforo en rojo, saca una larga tira de mascadas por su boca, luego simula tragar una espada, rápidamente con unas pelotas hace malabares, por último se acuesta en una tabla de supuestos clavos; no se puede negar que le pone velocidad al asunto, nuestro Copperfield autóctono. Todo muy revuelto, pero ese es el chiste.
A propósito el “Tripa”lo observa, él se da cuenta y se acerca al profesional del volante.

-¡Quihubole Don Marg…!
-¿Qué paso mi chafirete ruletero? Vámonos respetando desde un principio.
-Perdón mi Mandrake de crucero, pero me han platicado tantas cosas de usted que sentí familiaridad.
-Familiaridad yo no tengo ni con mi familia, pero qué tranza, ¿le gustó el truco?
-Sí, muy colorido ¿pues que comió?
-Me alimento del aire, mi estimado, en el aire están los sueños, las posibilidades, la fantasía, las bellas ilusiones que son el sustento de todas las almas…
-Con razón está tan flaco.
-No me interrumpa, estaba tomando inspiración… ¿usted cree en la magia?
-Simón.
-Entonces ¿va a cooperar para la causa o nada más pasó a ver?
-Pues por ver no se paga ¿o sí? No se caliente, mejor sígame contando eso de los sueños y la fantasía.
-Si lo que quiere es una cátedra, le sale en otro precio.
-No, mejor otro día, ahorita ando corto de luz.
-Todos sus colegas dicen lo mismo, de seguro acaba de empezar a trabajar.
-¡Además de mago es adivino!
-Pa´que vea y eso no se paga con cinco varos.
-Bueno... ahí le va un diente, pa´que no se agüite.
-Ya vas, flaco, cualquier cacahuate, pa´l chango es bueno.

El “Tripa” se quiere pasar de lanza y le deja ver al viejo Mago un pequeño sobre, que lleva en la bolsa de la camisa, idéntico a los usados en algunas fábricas para pagarle a los trabajadores;  observa que al prestidigitador de barrio le brillan los ojos, pero al voltearse para agarrar unas monedas, se saca el sobre y lo guarda en la guantera. Mientras estira la mano derecha para darle la coperacha, él hábilmente lo toma de la zurda, que colgaba sobre la portezuela y le da un fuerte apretón.

-El ilustre y noble Baden Powell decía que los verdaderos amigos se saludan con la izquierda, porque es la mano más cercana al corazón.
-¡Ah, sí! Creo que ya había escuchado eso. Tenga Don Marg… ¡perdón¡
-¡Ya váyase!, el público está impaciente, le devuelvo su chueca, pa´que pueda manejar.
-¡Orale mi jefe, luego nos topamos!

Al grito de:
-¡Muévanse como anoche!
-¡Luego echan novio!
-¡Préstame tu calle, cabrón!
y un concierto de mentadas de madre a ritmo de claxonazos, los demás automovilistas reclamaban su derecho de tránsito.

El confiado “Tripa” se aleja de ahí pensando que le había dado una lección a Don Mago.
Calles adelante, una señora le hace la parada; en cuanto sube al Taxi, pregunta la hora.
-Son las…
¡Sorpresa! Desapareció el reloj.

-¡Carajo, de todos modos el Viejo me torció!


Ese es el truco.

lunes, 12 de mayo de 2014

Apareces desnuda, en el lado opuesto al de la salida del sol y mi mundo se confunde; los girasoles invierten su giro, inclinándose hacia dónde vienes.
Impetuoso viento frena al divisarte, te toma en sus manos suavemente; asociado a las aves, trae a ti los más bellos trinos, para velarte en la siesta.
La tormenta se avecina, gruesas gotas comienzan a caer violentas, pero al divisar tu hermosura reposada, se disipan nubes negras; la precipitación baja hacia ti con delicadeza.
Próvida resbala, lavando tu impoluta desnudez, el tenue aguacero se pega a tu piel; ávido de recorrerte, muere en ti evaporándose.
Un arcoíris de tulipanes crece hasta alcanzarte, ataviando tu sin par belleza.
El sol sabe que debe retirarse, pero retrasa su ocaso, cae con tristeza, sin dejar de contemplarte.
Recorre, con una mezcla de ansia y paciencia, el otoño de tus manos, el verano de tu rostro, la primavera de tu vientre y el invierno de tus pies.
Se va, con la sed en sus ojos, las manos hambrientas, a dormir su fatiga, a soñar su diaria esperanza.
Silencio de paz en torno a ti, te acompaña al despertar.
Haces caer la noche al soltar tu cabello y todo empieza a sosegarse.

Del cenit nocturno se adueña el cuarto creciente de tu sonrisa.

Hombre muerto caminando

Mis cosas mueren conmigo. 
Las palabras de los libros se callan, las pinturas se tornan en tristes ocres, la música se vuelve silencio, en el centro de la nada.
Esa guitarra que nunca toqué, estuvo muchos años colgada en un muro, la tarde de ayer se hizo toda polvo y una ráfaga de aire se la llevó; ha quedado indeleble su silueta, rodeada por la mugre del muro, lavé, pinté, no logré borrar su fantasma. 
En este confinamiento voluntario, escasos muebles conservo: silla, mesa y candelabro; un ropero destartalado, ahíto de recuerdos, que desde hace mucho tiempo mantengo cerrado, para evitar la nostalgia, resignado, tampoco el corazón lo abro. 
El viejo catre, ruidoso como mis huesos; encima la ajada cobija que algunas mañanas me asfixia, está preparada para servirme de mortaja. 
En un recoveco de la memoria, inermes y derrengados, los escombros de mis sueños. 
Las andrajosas prendas, amontonadas en un rincón, se aprestan para seguirme al último viaje, angustiadas se esconden del ropavejero; esos gastados zapatos andan solos por el cuarto, se niegan a ser regalados, reacios a la idea de caminar los desconocidos pasos de algún extraño, están acostumbrados a arrastrarse en los paseos cortos de mi andar cansado. 
Pero mejor que mi cuerpo se vaya sin atavío, desnudo como al nacer y prefiero en cenizas al viento ser sepultado.

Eco de sombras

Solamente soy una parte del eco.
Sombra viva alimentando la mentira.
Negación empeñada en afirmarse.
Hijo del silencio aprehendiendo palabras.
Rezo fervientemente por una desconocida
(dama que nunca fue niña).
Muchas jornadas de camino,
algunas tristes y otras vanas.
En búsqueda frenética de satisfacciones efímeras.
Desubicado, en un elemento que todo lo envejece.
De la ignorancia al desconocimiento, sin remedio.
Agotando cada experiencia hasta el hastío.
Aferrado a recuerdos de ilusiones idílicas.
Inconforme con la idea de la ausencia.
Indeciso de aventurarme sin miedo en la vida.
Probablemente defiendo una errónea teoría.
Quizás me hace falta algún tipo de renacimiento.
Liberado estoy, pero es preciso anarquizarme.

Antes de que un mal pensamiento me aniquile.

Ella me ama

La muerte me ama, 
pues un día habré de entregarle 
cuerpo y alma. 
Paciente me sabe querer, 
pues al fin sin pretextos 
en sus brazos voy a estar. 
Esta boca muda besará 
cuando la tierra me tape; 
de mi carne va a gozar
aunque la misma se pudra. 
No pretendo evitarla, 
pues se que al amarme, 
callada como es, 
vendrá sin prisa por mi ser, 
objeto de su pasión. 
Nada nos puede apartar, 
ni las caricias de otra mujer, 
que en la vida nuestro sino, 
intenten distraer. 
Aunque temo, 
día a día camino 
a reunirme con mi amor fiel.

lunes, 5 de mayo de 2014

Zapatos sin memoria


Se mira sus piernas, recién amputadas.
Los muñones envueltos en vendas y el líquido rojo, buscando los caminos arrancados meticulosamente. La cabeza en brumas, el cuerpo laxo y lo primero que ve en esos momentos anestesiados, es su monstruoso aparato ortopédico, inútil ahora para él.
Viejo aparato, como todo el tiempo que detestó su suerte; como todo lo que conoció en su infancia: sus abuelos, la antigua vecindad, las calles que parecían querer tragarse a las casas y a la gente, convirtiéndolas en un montón más de basura; vieja era también la ropa que usaba, las cortinas y las cobijas, de tan gastadas parecían morir por el calor o el frío; vieja piel curtida, de las cosas y de las personas.
Los únicos que parecían inalterables, eran los zapatos del abuelo, los que utilizaba junto con el aparato y lo hacían más pesado, más burdo; pero siempre bien lustrados. Los sometía cada noche a un cuidadoso proceso de limpieza: trapo, grasa y vela, para darles apariencia de charol; como las botas de los soldados.
Cuando aún tenía el ánimo de la infancia y la adolescencia, caminaba muchas horas por las calles sin pavimentar de su barrio; y hasta que el vigor de su espíritu se murió, jugaba fútbol con sus vecinos, en un terreno que disputaban el gobierno de la ciudad, una antiquísima fábrica de ladrillos y los propios colonos, que se consideraban dueños, por haberlo habitado desde -por lo menos-unas tres generaciones.
Corría hasta agotarse, tras el duro balón de cuero, pateándolo con sus grandes zapatos, que cada día parecían nuevos; apoyado por su aparatoso armatoste, que se fue agrandando junto con él, gracias a un sistema de resortes y broches, ingenioso invento de su abuelo, el herrero del barrio de los oficios.
“El fierros”, soñaba, por no poder evitarlo, con curarse, no volver a usar jamás ese aparato y ser parte de un equipo de fútbol; el que fuera, cualquier club deportivo lo aceptaría, si jugando con las varillas encima y esos zapatos que siempre le quedaron grandes, era un buen defensa, ya se imaginaba que sería con sus piernas sanas.
Pero el problema de su espina dorsal, que afectaba irremediablemente a sus piernas, nunca cedió y el aparato se tornó, al paso de los años, muy renuente a caminar, mucho menos a dejarse llevar a correr tras el balón, la larga hora que duraba el diario partido; y los zapatos no encogían, para aprisionar sus endebles pies, que a duras penas crecieron unos pocos centímetros, hasta que alcanzó la edad adulta.
Y muy rápido, “El fierros” se hizo viejo también, con sus piernas inservibles y sus sueños muriendo en la amargura de una realidad inevitable; los abuelos fallecieron, de sus padres jamás supo nada; la vecindad fue demolida, el gobierno expropio el terreno en el que sus sueños vivieron una hora al día, tan pocos años.
Se defendía en la vida, con lo que aprendió del oficio del abuelo, pero los tiempos cambiaron y los oficios ya no fueron tan apreciados, ni tan necesarios. La modernidad. La que le daba la opción de amputar sus extremidades inferiores y usar unas prótesis “discretas y funcionales”, sin el chirrido del aparato ortopédico, arrastrándose por las calles.

Cuando se recuperó totalmente de la operación y aceptó que ningún equipo de fútbol se pelearía sus servicios, fue al hospital a probarse la extensión de sus piernas; le daban a escoger entre varios tipos de calzado, para lo que serían sus pies. Pero los sueños se aferran a cualquier recuerdo y prefirió usar los grandes zapatos del abuelo; los que parecían haber sido comprados ese mismo día.

lunes, 28 de abril de 2014

Ratero


Un continuo golpeteo interrumpe mi sueño, me va sacando poco a poco del sopor. Repentinamente un golpe más fuerte me hace ver todo como en cámara lenta, además las cosas parecen estar entre neblina. No percibo exactamente donde estoy ni mi condición, escucho un murmullo lejano y siento algo llevándome de un lado a otro, la reacción de mis sentidos está muy retardada. Mi más cercano recuerdo tiene que ver con el frio amanecer, muchas personas esperando la llegada de un autobús y yo drogándome, con el fin de darme el valor suficiente para abordarlo y llevar a cabo un asalto.
Pero mi intención se ha frustrado, la droga me sumió en un profundo y pesado letargo, me veo reducido a un alfeñique sin gobierno de su cuerpo; mi cabeza estuvo balanceándose sin control varios minutos, rebotando contra el cristal de la ventanilla y en una brusca frenada, impactó de lleno contra la nuca del pasajero que viajaba delante de mí, dejándolo muy adolorido y molesto en su asiento, además mi cuerpo desmadejado fue a dar sobre la mujer sentada al lado mío, causándole un gran susto, por lo que ha pedido la ayuda de los demás pasajeros, los cuales, solícitos acudieron a auxiliarla, a pesar de mi torvo aspecto, pero provechando el deplorable estado en  el que me encuentro.
De pronto vienen a mi mente los gritos de algunas anteriores víctimas de mis delitos:
-¡Algún día las vas a pagar todas juntas, hijo de perra!
Rápidamente siento algo subir desde mis pies, da vueltas en mi estómago, me atenaza del cuello y trata de despertar mis instintos. Algunos hombres mayores y jóvenes me tienen sujeto por los brazos, me sacuden con violencia, veo sus bocas moverse y gestos amenazadores en sus rostros, un par de mujeres me están golpeando, pero no logran dañarme. Dentro del alboroto, en medio de la turba enardecida, encuentran el arma que oculto en mi cintura; yo parezco ausente, empiezo a darme cuenta del peligro, pero la alta dosis ingerida me tiene prácticamente indefenso.
Al parecer esta será mi última osadía, me dejo caer de rodillas para que la gente por fin me domine, cuando alcanzo a escuchar una furiosa exclamación:
-¡Hay que matarlo, le haríamos mucho bien a la sociedad eliminando a esta lacra!
Por unos instantes, estos desconocidos discuten tomar la justicia en sus manos, no estoy en posición ni condiciones de solicitar su bondad; anticipándome a cualquiera que sea su decisión, hago acopio de fuerzas y comienzo a forcejear para librarme de los captores, sin embargo la lentitud y debilidad de mis movimientos únicamente los animan para empezar a agredirme, al principio casi no siento la fuerza de sus golpes, pero cada uno va despertandome, trato de ponerme en pie entre puñetazos y patadas, muchas lanzadas sin precisión, pero la cantidad y mi pobre estado, les hace fácil la labor. El chofer del autobús se acerca a mí, armado con un bate, eso sí es algo peligroso, pienso y al grito de:
-¡Chinguen a su puta madre!,
arremeto contra las personas que se encuentran ante la puerta de salida.
Mientras todo esto ocurría, alguien debió llamar a la policía, ya se escuchan las sirenas, me queda poco tiempo; agarro fuertemente a un muchacho y me proyecto junto con él contra la puerta, esta se vence bajo nuestro peso y yo me lanzo desesperadamente, en la tentativa de alcanzar la calle. Jirones de mi ropa se quedan en las manos de los coléricos pasajeros, sus ansias de venganza no quedarán satisfechas, no a costa de mi vida; pero todavía no estoy a salvo, el escándalo ha llamado la atención de otros transeúntes y se aprestan a detenerme, por si fuera poco, la policía ha llegado. Por primera vez en mi larga carrera delictiva, me veo acorralado.
Reconozco el sitio donde nos hemos detenido, es una terminal de autobuses de transporte público, el sol ya ha salido, deben ser alrededor de las siete treinta, la multitud puede jugar a favor o en contra de mi escape.
Simulo sacar algo de la parte trasera de mi pantalón y la gente retrocede, un policía me conmina a entregarme, pero eso es lo último que pasa por mi mente. Mido el terreno, conozco a la perfección cada tramo de este lugar, sus pasillos y cada una de las bardas, puedo atravesar el laberinto sin alas.
El primer obstáculo es una malla metálica, la escalo sin dificultad, los azorados policías y usuarios del transporte me ven iniciar la huida, en el momento justo la droga me da el efecto deseado: pura adrenalina; algunos peatones se animan a seguirme, gritan amenazas tratando de asustarme, pero nada me distrae de mi objetivo, nunca vuelvo la  vista atrás, esta vez no logré el botín, mas mi libertad es primero.
Los policías amenazan con disparar, pero no cometerían esa imprudencia en un lugar tan concurrido, no me detengo, el miedo sólo me impulsa hacia adelante, además ya me encuentro bastante lejos de ellos, internándome en una zona de la terminal donde la muchedumbre se apretuja y con suerte por acá, nadie se habrá percatado del incidente.
Sigo corriendo, ahora sí, de reojo volteo, mis perseguidores se rezagaron entre tanta gente, autobuses, camionetas y puestos de comida, pero no puedo darme el lujo de sentirme a salvo, mi apariencia denota que estuve en problemas, me doy cuenta de tener la cara muy golpeada y mi ropa está destrozada, las personas se alejan de mi, pero murmuran, cualquiera podría avisar a la vigilancia, estropeando el plan.
Tras correr varios en línea recta, saltando bardas y chocando con la gente, llego al otro extremo del paradero, casi lo he logrado; veo a un hombre y a una mujer abriendo su local de ropa, cuelgan las prendas en ganchos, yo necesito vestirme para pasar desapercibido, ellos comienzan confiadamente su jornada laboral, tienen lo que me hace falta: una playera y una gorra, eso es todo.
El Diablo vuelve a lanzar los dados, tuerce la suerte y yo paso sin llamar la atención de los vendedores, cojo las prendas, sigo caminando, rápidamente me escondo entre dos puestos cerrados, no lo pienso mucho, me pongo la prenda y me calo bien la gorra.
Ando de nuevo por el pasillo, un autobús está saliendo de la terminal, algunas personas corren para subirse, aminora su velocidad, lo abordan, un pensamiento me asalta, corro también y subo al camión en marcha, no puedo irme con las manos vacías.
Ya adentro, por pura inercia, inicio mi rutina:
-¡Esto es un atraco!


lunes, 21 de abril de 2014

Semillas

Somos semillas esparcidas en la tierra, arrojadas al azar.
Días como lluvia viéndonos crecer, nos abonan con paciencia,
delicados cuidados y necesarias experiencias.
Destino indefinido, florecer o malograrnos,
afianzar nuestras raíces, ver crecer a nuevos tallos,
reverdecer en temporada y a su tiempo marchitarnos.

Botellas vacías

Encalladas en un mar de polvo y días oscuros.
Enfermas de calma, bajo un alud de miserable tiempo, fueron perdiendo plenitud.
Estancadas, sólo su sombra camina, no se inmutan si llueve, nunca notan si es lunes o es viernes, ya no ríen o lloran, nada las conmueve.
Derramadas en ocasiones 
mezquinas, desilusionadas por esperanzas esquivas.
Totalmente huecas, autoexiliadas de las emociones, perdieron el sentido del movimiento, yacen rendidas en la inanición.
Tanta noche opacó sus cuerpos, el sol no se refleja en ellas.
Otrora bellas y lozanas, bailaban, reían, cantaban; hoy lloran al verse en si mismas, tan solas y vanas.
Poco a poco van cayendo rotas; si no se quiebran sus bocas, se quedan largo tiempo abiertas.
Trituradas por el molino de la vida, polvo cristalino, amalgamado con vulgar lodo, revolviéndose en el crisol eterno del universo.

Creadores


No tienen voz las palabras,
ni tiempo los pensamientos.
Mas desde el silencio,
cuando la idea se gesta,
encuentra sonido,
forma y material.
Se infiltra en algunos sueños,
usa un tono que escuchan los sordos,
hace cantar a la madera y al hierro,
es la perfecta armonía
del bien y el mal.
Se deja retratar
en un boceto ,
o se vierte en 
tremulas letras;
es un susurro divino
o un grito diabólico,
como sea, a quien lo escucha
le llaman loco.
Mentes inspiradas,
del asombro al delirio,
manos en movimiento,
atrapan fantasías,
juntan notas o 
engarzan verbos;
le dan cuerpo a la cantera,
en colores perpetúan visiones.
Instinto primitivo,
arcaicos ensueños,
perviven y nutren
atemporales momentos.

lunes, 14 de abril de 2014

El pensamiento

El pensamiento es alma de la palabra.
Voz del silencio infinito.
Sueños sin amo, polen del numen.
Una musa hablando a tu oreja,
cuando andas en el caos del ruido.
En calladas formas se expone,
cada idea te trae una sorpresa.
Singulares instantes,
atisbos de portentos,
mejor si te encuentran atento.
En el intento de unir los elementos,
tus defectos no afectan los efectos.

Insomnio



Mosquitos volando muy cerca de mis ojos.
Inquieto silencio fracasa al intentar dormir.
Campanas de costumbre, llaman a la fe matutina.
Gatos huérfanos, confiados, vagan azoteas.
Perros peleoneros defienden su esquina.
Luciérnagas de pólvora mueren en el piso.
Asustadizos grillos interrumpen su arrullo.
Se confunden los gritos de alegría y espanto.
Esas explosiones seguro fueron de balas.
Calles fiesta, casas velorio; nadie descansa.
Luna paseó en el cielo mientras yo la veía.
Tras larga cabalgata, baja cansada; aparca.
Pájaros despiertan puntuales y aún es noche.
Tumulto de autos, prisa, ira y reproches.
Tonta pendencia, sin consciencia, por inercia.
Rota la calma de la hermosa claridad.
Mala realidad de luz y ruido; triste despertar.